Hace dos meses, tomé la decisión de liberarme completamente de la adicción al porno y la masturbación compulsiva. Aunque no es mi primer intento, estoy convencido de que será el definitivo. Este viaje comenzó después de un año y medio de terapia que, lamentablemente, resultó poco efectiva. Cada recaída me sumergía más profundamente en un ciclo de autodestrucción.
La adicción al porno me ha causado daños físicos graves, incluyendo heridas en genitales y manos. Psicológicamente, he sufrido disfunción eréctil, trastornos de ansiedad, baja autoestima, problemas de concentración y trastorno obsesivo-compulsivo. Es un camino difícil de explicar, pero intentaré no omitir nada al relatar mi experiencia.
Mi objetivo es doble: fortalecer mi camino hacia una vida libre de pornografía y ayudar a otros que, como yo, pueden estar atrapados sin ser conscientes del daño que se están causando. A través de este diario, compartiré mis inicios en el mundo del porno, cómo me sumergí gradualmente y cómo llegué a un punto donde mi adicción me costó dinero, salud física y mental.
La adicción al porno y la masturbación compulsiva son problemas graves que pueden llevar a una situación de esclavitud y dependencia, arruinando varios aspectos de la vida. A pesar de su normalización, especialmente entre adolescentes, si no se detiene a tiempo, puede robar décadas de felicidad.
Tengo 42 años y mi primer encuentro con la pornografía fue a los 13. Han pasado 30 años para romper esta cadena que me sometía a través de diversos medios: videos, fotos, revistas, videojuegos, redes sociales, libros y cómics. He consumido pornografía de cientos de formas, desde contenido gratuito hasta material de pago y personalizado.
En este viaje, he mentido, robado e intentado estafar. La adicción al porno también desencadenó un trastorno de hipersexualidad con conductas extremas y dañinas que empeoraron mi situación.
No pretendo moralizar ni buscar absolución. Intento ser riguroso y compartir mi experiencia tal como la viví. No siento orgullo, pero tampoco vergüenza. Si debo pedir perdón, lo haré a quien corresponda. Por ahora, me basta con escribir sobre esto después de 30 años de adicción.
Advierto que si alguien se siente ofendido por lo que voy a contar, es mejor que deje de leer. Mi intención no es escandalizar, sino compartir mi historia con mi propio estilo.
Esta es mi lucha contra la adicción al porno, un viaje de tres décadas hacia la recuperación y la libertad.
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